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lunes, 22 de septiembre de 2014

FERNANDO OCHOA ANTICH, EL PROBLEMA MILITAR VENEZOLANO.

Mi reciente artículo, “la verdad sobre el régimen chavista”, generó importantes y bien sustentadas críticas al rechazar algunos estudiosos del tema mi tesis de que el régimen chavista no era un gobierno militar como lo había dicho, según apareció en un video, la senadora Isabel Allende, hija del ex presidente fallecido durante el golpe de Estado de Augusto Pinochet. 

Mi tesis se sustentó en la comparación que hice entre el gobierno chavista y las tradicionales dictaduras militares, de derecha o de izquierda, en América Latina, al mantener que ellas se distinguían por tres características particulares: hablar a nombre de la Fuerza Armada;  establecer un proyecto nacional surgido en su propio seno, normalmente a través de estudios realizados por los Estados Mayores, y  no inspirarse en una determinada ideología política, sea ésta de extrema derecha, democrática, comunista o socialista”…

Hubo dos argumentos de gran peso en contra de mi tesis. El primer argumento: “nos encontramos frente a una modalidad novedosa de dictadura y comunismo que se ha aprovechado para revestirse con un ropaje de democracia con la finalidad de asaltar el poder y saquear el país… No puedes comparar a este régimen “militar y militarista” con las tradicionales dictaduras militares de la América Latina.  Es aún peor, ya que los actuales militares han asumido la ideología comunista-castrista y la han hecho suya, nadie se las ha impuesto y han permitido la destrucción de una institución tan querida e imprescindible”… El segundo argumento, se fundamentó en el esfuerzo realizado por el chavismo para desprofesionalizar al militar venezolano “en concordancia con las cúpulas militares. En el postchavismo,  esas cúpulas militares comprometidas con la revolución se convierten en Gobierno Militar, es decir, en militarismo”
Es imposible desconocer que durante los ya largos años del régimen chavista se ha utilizado a  la Fuerza Armada como centro del poder, dejando a un lado la inteligente posición que habían establecido las generaciones militares que conspiraron contra la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, al alejarse del tradicional ejercicio directo del poder político  para transformarse en Grupo de Presión.  
Es absolutamente cierto que los militares, en particular durante el gobierno de Nicolás Maduro, han controlado aspectos tan importantes en la gestión del Estado como el “sistema económico  y financiero” y un elevado porcentaje de los ministerios, gobernaciones de estado y direcciones de tesorería y finanzas. Eso es verdad, pero hay que diferenciar una amplia mayoría de los miembros  de la Fuerza Armada, que mantienen funciones profesionales, con la camarilla militar que ha usufructuado el poder desde 1998.
Uno de los objetivos permanentes de la Revolución Bolivariana ha sido destruir el profesionalismo militar que existía en Venezuela hasta 1998. La ambición de poder de Hugo Chávez y los intereses cubanos así lo impusieron. El régimen chavista estableció tres líneas de acción: irrumpir el profesionalismo militar, modificar sus valores democráticos y debilitar su prestigio social. 
Ninguna de estas tres líneas de acción ha logrado imponerse totalmente. Nuestras Fuerzas Armadas eran consecuencia de un largo proceso de modernización iniciado desde principios del siglo XX, que había superado etapas perfectamente determinadas: el Ejército pretoriano, las Fuerzas Armadas profesionales y las Fuerzas Armadas institucionales. Hugo Chávez, estuvo siempre convencido de que unas fuerzas armadas profesionales eran un permanente riesgo a su ambición de poder. De allí su intención de dividirlas, debilitarlas e ideologizarlas… 
En la Fuerza Armada Nacional, estoy seguro, existen suficientes reservas morales para oponerse a estas equivocadas  políticas, aunque algunos miembros de  la generación militar denominada: “los Centauros de Chávez” traten, por todos los medios, de imponerlas. 
De todas maneras, es necesario que esa mayoría profesional e institucional, que debe predominar en los cuadros militares, entienda claramente la inmensa responsabilidad histórica que la Fuerza Armada tiene ante el desastre nacional y la entrega de nuestra soberanía a Cuba. 
No se requiere ser muy perspicaz ni un gran economista para entender lo que ocurre. Sólo con escuchar las conversaciones familiares y el diálogo que surge en las colas de las farmacias y supermercados es suficiente para conocer nuestra dolorosa realidad, pero no está demás que reflexionen sobre el daño que la supuesta revolución bolivariana le ha  hecho a Venezuela…

Fernando Ochoa Antich
fochoaantich@gmail.com.
@FOchoaAntich

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